Hace unos meses,
en una nota sobre el mismo tema, discutimos acerca del temor que se cierne en todo el mundo a que los trabajos rutinarios sean delegados cada vez más a la
digitalización (que incluye automatización, robotización e Inteligencia Artificial), generando elevados niveles de
desocupación a corto plazo.
Como en otras “revoluciones” (la máquina de vapor y la imprenta, son apenas dos ejemplos) se vio que la creación de empleos que trajo la nueva herramienta fue mayor en cantidad (y muchas veces hasta en calidad) a los puestos que la advenediza tecnología vino a destruir.
En el caso de la digitalización, sucede lo mismo: existen muchos estudios publicados que vislumbran que, a largo plazo,
los puestos de trabajo inherentes al ecosistema de la digitalización se compensarán con los que esas tecnologías eliminan.
Esta situación optimista esbozada en el mediano y largo plazo suena verosímil: desde hace milenios, la tecnología produce más trabajos de los que elimina. De todas maneras, lo que es inexorable es que la “ola digital” elimina o cambia sustancialmente muchos trabajos, tal cual los conocemos hoy.
Hace unos años el científico Mubashar Iqbal y su coequiper Dimitar Raykov crearon una web llamada “Will robots take my job?” (¿Los robots me sacarán mi trabajo?) para calcular la probabilidad de que el trabajo de una persona sea “atacado” por la automatización. El funcionamiento es muy sencillo, basta con escribir una profesión, relacionar labores asociadas y la web le indicará que chances tiene la persona de ser reemplazada por una máquina.
Reeducación, la clave
Pero -siempre hay un pero- existe una luz amarilla fuerte. Se trata justamente de la reconversión de los recursos humanos y su re-empleo en nuevos trabajos. Para evitar el desempleo masivo, es indispensable reeducar a las personas para que puedan ocuparse de los nuevos trabajos.
Se vislumbra que
la velocidad de recapacitación y creación de los nuevos empleos sería mucho menor a la de destrucción de puestos de trabajo en la fase primaria de la implementación de las técnicas de digitalización.
Esta aseveración está fundada primero en la velocidad de la destrucción de los “viejos” trabajos, porque los tiempos se aceleraron. Hace miles de años, la gente tenía siglos para reinventarse, para pasar de vivir como cazadores a vivir como agricultores. En cambio, ahora el señor que expende y cobra combustibles en una estación de servicio
de un día para el otro podría quedarse sin trabajo si los dueños de la estación deciden instalar un surtidor inteligente de autoservicio con pago “in-situ” con tarjeta de crédito u instrumento de pago similar.
Hablamos de
la necesidad de “educar”. Esta acción tiene varias aristas. La primera que me viene a mi mente es que con la creciente utilización de máquinas programables (especialmente las que usen Inteligencia Artificial) se requerirán de más y más técnicos que programen su funcionamiento, arreglen problemas e incorporen mayor complejidad de cara a satisfacer la experiencia de los clientes.
Pero hay otra vertiente de la educación como paliativo a la desocupación que -a priori- genera la robotización. Se trata de la reconversión de personas desplazadas por la digitalización que deben reconvertir su oficio ahora automatizado por otro nuevo, desconocido, novedoso y -en principio- no susceptible de ser anulado por la tecnología.
Pero esta segunda ola de reconversión entraña una gran asimetría entre personas que tengan educación formal previa y las que no la poseen porque las primeras serán los pioneros de cada reconversión sectorial. Esta situación -lamentablemente- discrimina a los más pobres, a los que han tenido menos oportunidades de acceso a la educación en la vida y agrandando aún más la brecha entre ricos y pobres. Y esto no es algo nuevo: ya en 1849 Sarmiento, que tenía un alto sentido de la dignidad humana, propiciaba la educación popular como un factor prioritario del proceso de cambio y modernización social.
Un caso paradigmático
A modo de ejemplo, como escenario donde se esbozaron soluciones al problema, citaré una situación vivida a raíz de la utilización de robots en algunas funciones de la actividad hotelera de los Estados Unidos.
Ante los reclamos de los trabajadores, los empresarios le concedieron una entrevista a la líder del sindicato que nucleaba a los empleados desplazados. En la reunión expresó que el sindicato no exigía que se dejen de usar robots, pero les pidieron a los dueños de los hoteles donde iban a instalarlos, que les paguen a los empleados afectados, la capacitación y entrenamiento en otro oficio hotelero para que puedan seguir trabajando.
Queda claro que nadie se puede oponer al avance de la digitalización, pero si exigir acciones tendientes a la reconversión de los Recursos Humanos.
Otra posible solución para reducir la brecha entre aquellos que tuvieron la posibilidad de estudiar y los que no es crear una suerte de Renta Básica Universal que se transformaría en otra forma de la Seguridad Social para el Estado. En este caso, con la provisión de una retribución, al menos temporaria. Si bien esta alternativa suena atractiva, se la vislumbra como difícil de aplicar en países en vías de desarrollo.
Ya no cabe duda de que la transformación digital avanza por todos los frentes y que esto traerá eliminación de puestos de trabajo. En este contexto,
la educación juega un papel decisivo en la reconversión de esos recursos humanos. Manos a la obra. ¡El futuro es hoy!
*Director comercial y cofundador de Planexware